En los últimos años, se ha observado en Argentina un creciente interés académico (particularmente en las Ciencias Sociales) en torno al estudio y análisis de las culturas populares y de masas. Particularmente, existe una prolífica bibliografía desarrollada en torno a los procesos sociales emergentes y subalternos que aportan exponentes de las diversas subculturas urbanas (variadas vertientes del rock´n´roll, punk rock, cumbia villera, etc.), los cuales se han constituido en plenos campos de investigación, incluyendo no solamente la presencia de mesas y ejes de trabajo en Congresos y Jornadas de Estudio, sino también en la creación de materias y seminarios, como así también la publicación y edición de libros y video documentales al respecto.
En ese sentido, resulta evidente la prácticamente nula presencia de materiales, publicaciones, equipos de investigación y jornadas dedicadas al estudio del heavy metal argentino; particularmente, existe una carencia absoluta de producción y análisis referidos a las vertientes extremas de esta cultura, las cuales, por su propia naturaleza musical, lírica y estética, no solo constituyen un proceso emergente ignorado e infravalorado dentro del género mismo, sino también un campo generalmente desconocido para el resto de las subculturas urbanas locales.
La intención del presente trabajo es la de constituir un trabajo de exploración general de la temática; su pertinencia para el análisis; las problemáticas relacionadas a las herramientas conceptuales para su estudio, como así también una reflexión en torno a su impacto social, cultural, político y antropológico dentro de las culturas urbanas contemporáneas.
Cuestión de definiciones:
Resulta una obviedad destacar el hecho de que el heavy metal se ha constituido en un fenómeno global fuertemente instalado (principalmente en las sociedades urbanas contemporáneas) en casi todos los países del mundo. Hablamos, inicialmente, de una subcultura urbana que, emergiendo a partir de variables musicales del blues a fines de los años ´60 en Inglaterra, y evolucionando compositiva y líricamente durante las décadas del ´70 y ´80, excedió largamente este campo para constituirse en una propuesta estética, una filosofía de vida, una instancia de sociabilización que abarca todos los grupos etarios y sociales, al igual que un fenómeno que trasciende, por lejos, el componente de clase obrera industrial de los suburbios de Birmingham [3], para traspasar todas las barreras idiomáticas y culturales que le permiten, hoy, erigirse en una cultura de masas urbana.
Argentina posee una larga trayectoria de cultura heavy metal en su historia, la cual claramente posee sus propias particularidades, puesto que si bien en sus inicios locales evidenciaron o reflejaron los desarrollos que el género tenía en las sociedades occidentales la cultura metalera emergente de los ´70 y ´80 en Europa y Estados Unidos de América, tuvo que sufrir y amoldarse a las circunstancias represivas y coercitivas que atravesaba nuestra sociedad por aquellos años. Casi condenado a circuitos marginales (clandestinos a veces) desde un principio, el heavy metal local tuvo desde esos momentos relación directa (conceptual y líricamente hablando) con las situaciones que atravesaba la sociedad argentina, adquiriendo desde ese mismo momento un lenguaje contestatario, una actitud confrontativa y una posición crítica o anti sistémica que es posible rastrear, desde V8 y las Brigadas Metálicas hasta nuestros días (con sus respectivas variables), llegando a erigirse, con el tiempo, en una escena referente para otros países y sociedades latinoamericanas.
Sin embargo, existe un considerable vacío respecto a los estudios académicos (particularmente en las Ciencias Sociales) relacionados al fenómeno cultural del heavy metal en nuestro país. Podemos encontrar numerosas publicaciones biográficas y periodísticas relacionadas, las cuales dan cuenta de las historias de las bandas referentes del género y sus integrantes, pero no existe prácticamente ningún trabajo de investigación social que dé cuenta de su relevancia cultural, de su influencia social y política, como así tampoco de su desarrollo a nivel de impacto subjetivo en las sociedades urbanas de nuestro país. La condición de “metalero” no es contemplada como una variable de influencia o una perspectiva subjetiva de definición de grupos etarios o sociales. No es reflexionada su presencia, o problematizada su interacción con otras subculturas urbanas [4], en ámbitos de movilización [5] y conflicto social [6], como tampoco su vínculo con grupos y fenómenos religiosos [7].
Cuestiones de metodologías y modalidades:
Posiblemente la única referencia al respecto lo constituye un trabajo de investigación de la socióloga argentina Maristella Svampa: “Identidades astilladas: de la patria metalúrgica al heavy metal”[ 8]. Es posible encontrar allí una reflexión en torno al impacto económico, social y político de la constitución de una identidad social definida como “metalera”: a partir de una serie de entrevistas a numerosos trabajadores metalúrgicos de distintas edades, Svampa puede pensar los elementos que constituyen su subjetividad en tanto trabajadores industriales en distintas etapas económico-productivas de nuestro país. En esa clave, Svampa establece una serie de identidades que responden al contexto en que cada uno de los trabajadores se incorporó a la actividad laboral, sus definiciones personales y morales, su bagaje conceptual tradicional y familiar, y sus perspectivas y posiciones políticas. Dentro del sector más juvenil que se integra a las fábricas en el período contemporáneo, la investigadora observa una composición de identidades fragmentarias, de difícil articulación entre sí, que conviven no sin cierta conflictividad interna, y que son en parte claro reflejo de los tiempos sociales y productivos contemporáneos. Allí, define a Roque, un trabajador de 24 años, operario calificado-especializado, metalero, en tanto un joven trabajador tribal, de dificultosa integración con el resto de sus compañeros, y quien define al heavy metal como un prisma que establece distinciones respecto de con quienes se puede socializar y con quienes no, y en qué términos es esto posible.
El trabajo de investigación es sólido e interesante, aunque como mencioné previamente, expone claramente la carencia o ausencia de estudios sociales locales al respecto. Ciertamente la presencia de Roque en la misma se trata más bien de un hallazgo antes que de un efecto buscado o esperado: así como se entrevistó con Roque, bien podría haberse entrevistado con un oyente de cumbia, tango o hip-hop. Es posible interpretar la evaluación de la identidad metalera de Roque en una clave más bien “exótica” antes que como un elemento de pertenencia o una identidad determinante de circunstancias o acciones sociales.
Aquí corresponde realizarse diversas preguntas respecto de cuáles podrían ser las modalidades metodológicas de análisis para futuras investigaciones, ya que no existe una tradición o línea de trabajo sostenida al respecto. Una de ellas la constituye la problemática de las unidades de análisis [9], las cuales obviamente exponen una pluralidad de posibilidades, aunque a la par, es preciso pensar si es pertinente o válido considerar a todos estos aspectos como un complejo entramado de relaciones sociales, culturales y políticas, del cual el heavy metal nacional vendría a ser su etiqueta continente. La misma reflexión se remite al formato de trabajo que podría llevarse a cabo. La modalidad de ensayo posiblemente constituya la alternativa inmediata, pero si la intención que buscamos es la de expresar el impacto social y cultural del heavy metal en nuestra cultura argentina contemporánea, debemos hablar de realizar una elaboración más científica. Es preciso pensar, al menos, en formatos cuali/cuantitativos, que permitan expresar tendencias, extraer conclusiones y proyectar reflexiones. Y en ese sentido, considero que hay un gigantesco campo de trabajo de recolección e indagación por realizarse al respecto.
Si bien inexistentes en nuestro país, es posible encontrar trabajos de impacto sociológico, antropológico, cultural y hasta psicológico en otros países [10]. Al respecto, resulta muy interesante la publicación de “Lords of Chaos: the bloody rise of the satanic metal underground” [11], una investigación periodística con tintes históricos y sociológicos, que indaga en torno a las circunstancias que llevaron a los hechos bien conocidos de fines de la década del ´90 en Noruega: la quema masiva de iglesias cristianas por todo el país, además del suicidio, asesinato de músicos y homosexuales por parte de integrantes de bandas y seguidores de la escena black metal. Esta investigación, elaborada en un formato centralmente de crónica periodística, sin embargo contiene numerosos excursos y reflexiones paralelas que apelan a análisis sociológicos, psicológicos, antropológicos e históricos de las sociedades contemporáneas del norte de Europa, y el conflicto presente en el vínculo existente de la escena black metal europea con los círculos de formación y propaganda del neonazismo, lo que comúnmente se conoce como BMNS (Black Metal Nacional-Socialista).
Más allá de la crítica que se pueda realizar respecto a la pertinencia de la modalidad, la forma en que se orienta la investigación y lo dudoso de las conclusiones, sin embargo se trata de un trabajo en el que el componente de una identidad cultural como la de “metalero” [12] determina acciones concretas y episodios de impacto social y político en una sociedad occidental contemporánea.
Sinécdoque, la parte por el todo:
En ese sentido, resulta evidente la prácticamente nula presencia de materiales, publicaciones, equipos de investigación y jornadas dedicadas al estudio del heavy metal argentino; particularmente, existe una carencia absoluta de producción y análisis referidos a las vertientes extremas de esta cultura, las cuales, por su propia naturaleza musical, lírica y estética, no solo constituyen un proceso emergente ignorado e infravalorado dentro del género mismo, sino también un campo generalmente desconocido para el resto de las subculturas urbanas locales.
La intención del presente trabajo es la de constituir un trabajo de exploración general de la temática; su pertinencia para el análisis; las problemáticas relacionadas a las herramientas conceptuales para su estudio, como así también una reflexión en torno a su impacto social, cultural, político y antropológico dentro de las culturas urbanas contemporáneas.
Cuestión de definiciones:
Resulta una obviedad destacar el hecho de que el heavy metal se ha constituido en un fenómeno global fuertemente instalado (principalmente en las sociedades urbanas contemporáneas) en casi todos los países del mundo. Hablamos, inicialmente, de una subcultura urbana que, emergiendo a partir de variables musicales del blues a fines de los años ´60 en Inglaterra, y evolucionando compositiva y líricamente durante las décadas del ´70 y ´80, excedió largamente este campo para constituirse en una propuesta estética, una filosofía de vida, una instancia de sociabilización que abarca todos los grupos etarios y sociales, al igual que un fenómeno que trasciende, por lejos, el componente de clase obrera industrial de los suburbios de Birmingham [3], para traspasar todas las barreras idiomáticas y culturales que le permiten, hoy, erigirse en una cultura de masas urbana.
Argentina posee una larga trayectoria de cultura heavy metal en su historia, la cual claramente posee sus propias particularidades, puesto que si bien en sus inicios locales evidenciaron o reflejaron los desarrollos que el género tenía en las sociedades occidentales la cultura metalera emergente de los ´70 y ´80 en Europa y Estados Unidos de América, tuvo que sufrir y amoldarse a las circunstancias represivas y coercitivas que atravesaba nuestra sociedad por aquellos años. Casi condenado a circuitos marginales (clandestinos a veces) desde un principio, el heavy metal local tuvo desde esos momentos relación directa (conceptual y líricamente hablando) con las situaciones que atravesaba la sociedad argentina, adquiriendo desde ese mismo momento un lenguaje contestatario, una actitud confrontativa y una posición crítica o anti sistémica que es posible rastrear, desde V8 y las Brigadas Metálicas hasta nuestros días (con sus respectivas variables), llegando a erigirse, con el tiempo, en una escena referente para otros países y sociedades latinoamericanas.
Sin embargo, existe un considerable vacío respecto a los estudios académicos (particularmente en las Ciencias Sociales) relacionados al fenómeno cultural del heavy metal en nuestro país. Podemos encontrar numerosas publicaciones biográficas y periodísticas relacionadas, las cuales dan cuenta de las historias de las bandas referentes del género y sus integrantes, pero no existe prácticamente ningún trabajo de investigación social que dé cuenta de su relevancia cultural, de su influencia social y política, como así tampoco de su desarrollo a nivel de impacto subjetivo en las sociedades urbanas de nuestro país. La condición de “metalero” no es contemplada como una variable de influencia o una perspectiva subjetiva de definición de grupos etarios o sociales. No es reflexionada su presencia, o problematizada su interacción con otras subculturas urbanas [4], en ámbitos de movilización [5] y conflicto social [6], como tampoco su vínculo con grupos y fenómenos religiosos [7].
Cuestiones de metodologías y modalidades:
Posiblemente la única referencia al respecto lo constituye un trabajo de investigación de la socióloga argentina Maristella Svampa: “Identidades astilladas: de la patria metalúrgica al heavy metal”[ 8]. Es posible encontrar allí una reflexión en torno al impacto económico, social y político de la constitución de una identidad social definida como “metalera”: a partir de una serie de entrevistas a numerosos trabajadores metalúrgicos de distintas edades, Svampa puede pensar los elementos que constituyen su subjetividad en tanto trabajadores industriales en distintas etapas económico-productivas de nuestro país. En esa clave, Svampa establece una serie de identidades que responden al contexto en que cada uno de los trabajadores se incorporó a la actividad laboral, sus definiciones personales y morales, su bagaje conceptual tradicional y familiar, y sus perspectivas y posiciones políticas. Dentro del sector más juvenil que se integra a las fábricas en el período contemporáneo, la investigadora observa una composición de identidades fragmentarias, de difícil articulación entre sí, que conviven no sin cierta conflictividad interna, y que son en parte claro reflejo de los tiempos sociales y productivos contemporáneos. Allí, define a Roque, un trabajador de 24 años, operario calificado-especializado, metalero, en tanto un joven trabajador tribal, de dificultosa integración con el resto de sus compañeros, y quien define al heavy metal como un prisma que establece distinciones respecto de con quienes se puede socializar y con quienes no, y en qué términos es esto posible.
El trabajo de investigación es sólido e interesante, aunque como mencioné previamente, expone claramente la carencia o ausencia de estudios sociales locales al respecto. Ciertamente la presencia de Roque en la misma se trata más bien de un hallazgo antes que de un efecto buscado o esperado: así como se entrevistó con Roque, bien podría haberse entrevistado con un oyente de cumbia, tango o hip-hop. Es posible interpretar la evaluación de la identidad metalera de Roque en una clave más bien “exótica” antes que como un elemento de pertenencia o una identidad determinante de circunstancias o acciones sociales.
Aquí corresponde realizarse diversas preguntas respecto de cuáles podrían ser las modalidades metodológicas de análisis para futuras investigaciones, ya que no existe una tradición o línea de trabajo sostenida al respecto. Una de ellas la constituye la problemática de las unidades de análisis [9], las cuales obviamente exponen una pluralidad de posibilidades, aunque a la par, es preciso pensar si es pertinente o válido considerar a todos estos aspectos como un complejo entramado de relaciones sociales, culturales y políticas, del cual el heavy metal nacional vendría a ser su etiqueta continente. La misma reflexión se remite al formato de trabajo que podría llevarse a cabo. La modalidad de ensayo posiblemente constituya la alternativa inmediata, pero si la intención que buscamos es la de expresar el impacto social y cultural del heavy metal en nuestra cultura argentina contemporánea, debemos hablar de realizar una elaboración más científica. Es preciso pensar, al menos, en formatos cuali/cuantitativos, que permitan expresar tendencias, extraer conclusiones y proyectar reflexiones. Y en ese sentido, considero que hay un gigantesco campo de trabajo de recolección e indagación por realizarse al respecto.
Si bien inexistentes en nuestro país, es posible encontrar trabajos de impacto sociológico, antropológico, cultural y hasta psicológico en otros países [10]. Al respecto, resulta muy interesante la publicación de “Lords of Chaos: the bloody rise of the satanic metal underground” [11], una investigación periodística con tintes históricos y sociológicos, que indaga en torno a las circunstancias que llevaron a los hechos bien conocidos de fines de la década del ´90 en Noruega: la quema masiva de iglesias cristianas por todo el país, además del suicidio, asesinato de músicos y homosexuales por parte de integrantes de bandas y seguidores de la escena black metal. Esta investigación, elaborada en un formato centralmente de crónica periodística, sin embargo contiene numerosos excursos y reflexiones paralelas que apelan a análisis sociológicos, psicológicos, antropológicos e históricos de las sociedades contemporáneas del norte de Europa, y el conflicto presente en el vínculo existente de la escena black metal europea con los círculos de formación y propaganda del neonazismo, lo que comúnmente se conoce como BMNS (Black Metal Nacional-Socialista).
Más allá de la crítica que se pueda realizar respecto a la pertinencia de la modalidad, la forma en que se orienta la investigación y lo dudoso de las conclusiones, sin embargo se trata de un trabajo en el que el componente de una identidad cultural como la de “metalero” [12] determina acciones concretas y episodios de impacto social y político en una sociedad occidental contemporánea.
Sinécdoque, la parte por el todo:
“… ahora no sé… no sé qué es eso del death metal…
…'death metal'… ¿Qué… qué es eso? ¿Qué, cómo, donde?
…No, no lo sé…realmente no lo sé”
(Ozzy Osbourne, consultado sobre que piensa respecto del death metal)
Tomando en cuenta las particularidades mencionadas previamente, se hace necesario focalizar sobre un aspecto: las vertientes extremas del heavy metal en Argentina.
Como bien establecimos al inicio del presente trabajo, el heavy metal constituye hoy en día un fenómeno social y cultural que excede largamente el plano estrictamente musical, aunque por supuesto, la centralidad que cohesiona y da sentido radica precisamente en la parte musical. Y en esa clave, podemos establecer que, de tratarse inicialmente de una variable o mutación compositiva con raíces en el blues y otras expresiones del rock progresivo de fines de las décadas del ´60 y ´70, es posible pensar que existe una oficialidad de lo que es reconocible como heavy metal en tanto género musical, como así también en términos estético/visuales, líricos y de sentido, circunstancia que opera como instancia normativa incluyente y a la vez excluyente de los numerosos subgéneros que lo componen y enriquecen (o que al menos reconocen en el heavy metal una identidad originaria que opera como disparador de sentidos y significaciones).
No es la intención del presente trabajo la de realizar un rastreo histórico/creativo en torno al proceso evolutivo de las diferentes “escuelas” y corrientes compositivas del heavy metal, ya que para ello existen numerosos trabajos periodísticos, documentales y de crítica musical al respecto. Sin embargo, nos interesa resaltar que precisamente, a partir del surgimiento del thrash metal [13] a mediados de la década del ´80, es posible establecer un momento, una instancia no solo revulsiva en torno a la normatividad sonora, lírica y estética establecida como heavy metal, sino también un momento de profunda experimentación que, en el transcurso de pocos años, instituyó subgéneros (death metal, black metal, doom metal, diferentes crossover como el thrash-core, death-core, gothic-metal, industrial-metal, etc.), y a su vez, muchos de estos instituirse en sí mismos como géneros base para numerosos subgéneros actuales.
Nuestra hipótesis de trabajo central para con esta perspectiva, radica en tomar dimensión de que, cada uno de estos sub-géneros (con sus respectivos sub-sub-géneros y sus bagajes conceptuales relacionados a sonido, definición estética, literatura y referencias líricas) han llegado a nuestras tierras no como parte de un proceso lineal o de desarrollo local del heavy metal, sino que han sido hechos relativamente aleatorios, externos y en paralelo. Ciertas resonancias de los diversos procesos musicales y creativos en diferentes lugares del mundo, que inevitablemente han hecho su desembarco en distintas regiones de nuestro país, han llegado muchas veces a instalarse y generar grupos de seguidores y bandas (posteriormente escenas) que muchas veces tomaban como punto de partida sus referencias lírico/musicales sin precisar de un bagaje o proceso previo local. El fenómeno de las Brigadas Metálicas de fines de los ´70 y principios de los ´80 podría ser caracterizado principalmente como un proceso porteño y bonaerense; sin embargo, hay ciudades y provincias de Argentina en donde el componente inicial ha sido directamente el thrash-metal, el death-metal o el black-metal, tomando como punto de partida relaciones interculturales e informativas que no precisaron de su paso por Buenos Aires para acontecer. Escenas de Misiones, Jujuy, Mendoza o el sur argentino tienen mayor relación musical y cultural con países limítrofes, posiblemente, antes que el tamiz impuesto por el proceso porteño-bonaerense, pudiéndose problematizar respecto a si es que existen procesos de colonización cultural interna dentro de nuestro país, o si esa posible colonización productiva y cultural puede darse desde fuera, sin precisar del “control de calidad” de la metrópoli porteña y sus alrededores. Gramsci reflexionó, en un conocido ensayo [14], en relación a que existían elementos culturales que influían en las acciones sociales, políticas y económicas de las diversas sociedades, y que muchas veces estos procesos establecían relaciones de subordinación y subalternidad, con todas sus correspondientes complejidades y desencuentros.
La instalación y constitución de estas respectivas escenas no solo han generado una identidad propia, que no necesariamente encuentra anclaje en la experiencia porteño-bonaerense, sino que en muchos casos han sido influencia continental y subregional, como así también, punto de partida para la instalación en países limítrofes (las escenas death-metal, grindcore y black-metal de Bolivia y Perú, posiblemente contengan más relación con el Norte Argentino de lo que pensamos; la relación de la escena porteña de black metal seguramente encuentre vínculos en Uruguay). Se trata de un proceso que se retroalimenta y reconfigura permanentemente, y del cual sería valioso realizar un correcto relevamiento.
Arte, cultura, mercancía:
Como bien establecimos al inicio del presente trabajo, el heavy metal constituye hoy en día un fenómeno social y cultural que excede largamente el plano estrictamente musical, aunque por supuesto, la centralidad que cohesiona y da sentido radica precisamente en la parte musical. Y en esa clave, podemos establecer que, de tratarse inicialmente de una variable o mutación compositiva con raíces en el blues y otras expresiones del rock progresivo de fines de las décadas del ´60 y ´70, es posible pensar que existe una oficialidad de lo que es reconocible como heavy metal en tanto género musical, como así también en términos estético/visuales, líricos y de sentido, circunstancia que opera como instancia normativa incluyente y a la vez excluyente de los numerosos subgéneros que lo componen y enriquecen (o que al menos reconocen en el heavy metal una identidad originaria que opera como disparador de sentidos y significaciones).
No es la intención del presente trabajo la de realizar un rastreo histórico/creativo en torno al proceso evolutivo de las diferentes “escuelas” y corrientes compositivas del heavy metal, ya que para ello existen numerosos trabajos periodísticos, documentales y de crítica musical al respecto. Sin embargo, nos interesa resaltar que precisamente, a partir del surgimiento del thrash metal [13] a mediados de la década del ´80, es posible establecer un momento, una instancia no solo revulsiva en torno a la normatividad sonora, lírica y estética establecida como heavy metal, sino también un momento de profunda experimentación que, en el transcurso de pocos años, instituyó subgéneros (death metal, black metal, doom metal, diferentes crossover como el thrash-core, death-core, gothic-metal, industrial-metal, etc.), y a su vez, muchos de estos instituirse en sí mismos como géneros base para numerosos subgéneros actuales.
Nuestra hipótesis de trabajo central para con esta perspectiva, radica en tomar dimensión de que, cada uno de estos sub-géneros (con sus respectivos sub-sub-géneros y sus bagajes conceptuales relacionados a sonido, definición estética, literatura y referencias líricas) han llegado a nuestras tierras no como parte de un proceso lineal o de desarrollo local del heavy metal, sino que han sido hechos relativamente aleatorios, externos y en paralelo. Ciertas resonancias de los diversos procesos musicales y creativos en diferentes lugares del mundo, que inevitablemente han hecho su desembarco en distintas regiones de nuestro país, han llegado muchas veces a instalarse y generar grupos de seguidores y bandas (posteriormente escenas) que muchas veces tomaban como punto de partida sus referencias lírico/musicales sin precisar de un bagaje o proceso previo local. El fenómeno de las Brigadas Metálicas de fines de los ´70 y principios de los ´80 podría ser caracterizado principalmente como un proceso porteño y bonaerense; sin embargo, hay ciudades y provincias de Argentina en donde el componente inicial ha sido directamente el thrash-metal, el death-metal o el black-metal, tomando como punto de partida relaciones interculturales e informativas que no precisaron de su paso por Buenos Aires para acontecer. Escenas de Misiones, Jujuy, Mendoza o el sur argentino tienen mayor relación musical y cultural con países limítrofes, posiblemente, antes que el tamiz impuesto por el proceso porteño-bonaerense, pudiéndose problematizar respecto a si es que existen procesos de colonización cultural interna dentro de nuestro país, o si esa posible colonización productiva y cultural puede darse desde fuera, sin precisar del “control de calidad” de la metrópoli porteña y sus alrededores. Gramsci reflexionó, en un conocido ensayo [14], en relación a que existían elementos culturales que influían en las acciones sociales, políticas y económicas de las diversas sociedades, y que muchas veces estos procesos establecían relaciones de subordinación y subalternidad, con todas sus correspondientes complejidades y desencuentros.
La instalación y constitución de estas respectivas escenas no solo han generado una identidad propia, que no necesariamente encuentra anclaje en la experiencia porteño-bonaerense, sino que en muchos casos han sido influencia continental y subregional, como así también, punto de partida para la instalación en países limítrofes (las escenas death-metal, grindcore y black-metal de Bolivia y Perú, posiblemente contengan más relación con el Norte Argentino de lo que pensamos; la relación de la escena porteña de black metal seguramente encuentre vínculos en Uruguay). Se trata de un proceso que se retroalimenta y reconfigura permanentemente, y del cual sería valioso realizar un correcto relevamiento.
Arte, cultura, mercancía:
“La reproductibilidad técnica de la obra de arte modifica la relación de la masa con el arte.
De ser la más retrógrada, por ejemplo, frente a un Picasso, la relación de la masa con el arte
tiende a ser progresista, por ejemplo, ante Chaplin”
(Walter Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”)
Un último elemento que nos interesa destacar, y que consideramos de central relevancia, remite a pensar la cualidad del heavy metal local en tanto producción cultural.
De más está decir que existe un prolongado debate respecto de las cualidades artísticas implícitas en el heavy metal: elementos que radican desde la impronta y estilo compositivo, hasta la propuesta sonora o visual, pasando por el contenido de las letras o la portada de un disco. Sin embargo, nos interesa tomar nota de un elemento que se suele pasar por alto y no es tomado en cuenta. Cuando hablamos de heavy metal, sea desde lo musical, al igual que en lo estético, en el plano sociológico de fenómeno social, o como construcción subjetiva de grupo de pertenencia, es preciso resaltar que estamos hablando de un proceso de constitución cultural identitaria que acontece dentro de sociedades urbanas que responden al marco de producción capitalista, y que como tales, determinan ciertos patrones de conducta, objetivas instancias de tránsito y sociabilización, como así también una respectiva subjetividad orientada al consumo.
Es en esa perspectiva que nos interesa enfatizar respecto del heavy metal argentino: su evolución desde un fenómeno callejero anti sistémico y de confrontación, hasta su progresiva asimilación, su domesticación y normativización; el tránsito de la producción artesanal de fanzines, programas de radio clandestinos y discos grabados por los propios músicos, hasta la instauración de toda una industria de entretenimiento con grandes sellos discográficos, revistas de producción industrial con periodistas profesionales y programas en las principales emisoras de radio y canales de cable o web; el camino del pintado de remeras y parches artesanales por los propios seguidores, hasta el entramado productivo y logístico de remeras, buzos y pines de estampado profesional; la transición de la generación espontánea de grupos de seguidores de géneros y bandas, hasta la actual producción masiva de oyentes/consumidores a través del entramado corporativo mass media que bombardea por todos los medios para captar y asimilar nuevos compradores.
Estamos hablando del proceso de constitución de una industria cultural de masas (masskultur, en términos de Adorno), que en el transcurso de décadas ha pasado de ser un fenómeno originariamente de resistencia subalterno a un orden social impuesto, hacia una gigantesca maquinaria de entretenimiento capaz de llenar estadios y festivales masivos, apoyados por las principales empresas productivas del sector.
Conclusiones:
Parafraseando a Theodor Adorno, podríamos decir que ha llegado a ser evidente que nada referente al heavy metal es evidente: ni en él mismo, ni en su relación con la totalidad, ni siquiera en su derecho a la existencia [15]. La reciente presencia de Ricardo Iorio disertando en la Confederación General de Trabajadores (CGT), por invitación de la Asociación Sindical de Motociclistas, Mensajeros y Servicios (ASIMM) para reflexionar respecto de las culturas populares y las culturas de masas[16], nos demuestra que existe un profundo, sostenido y prolongado vínculo entre las problemáticas políticas, sociales y culturales de nuestra sociedad y el heavy metal. Sin embargo, las Ciencias Sociales aún no han hecho de ello un eje de trabajo.
El heavy metal aún se nos sigue presentando como si se tratase estrictamente de un género musical o de un fenómeno etario de rebeldía que responde a necesidades de expresión de grupos juveniles. Hemos intentado realizar, a lo largo del presente trabajo, un pequeño muestreo de las numerosas particularidades relacionadas a estas problemáticas que se encuentran pendientes de análisis y elaboración. El hecho de que el heavy metal nacional no sea objeto de estudio y otras culturas urbanas si lo sean implica, precisamente, una definición política por omisión en relación directa a su relevancia como fenómeno de impacto social.
Hemos intentado esbozar muy brevemente algunos posibles contornos para indagar en posibles caminos de investigación. Por una cuestión de límites de extensión y de la naturaleza de exploración del presente trabajo no hemos indagado respecto de otras problemáticas, como por ejemplo la referencia, integración y relación respecto de los Pueblos Originarios de Argentina, como así también, aspectos relativos a sexualidades, géneros, genitalidades e identidades afectivas, hechos que en un género musical infinitamente dominado en número por varones, con una profunda carga cultural patriarcal, misógina y machista explícita, merecerían cuanto menos unas largas reflexiones. La relación con la ecología, salud, educación, las redes sociales y nuevas tecnologías comunicativas, entre otras muchas cuestiones posibles, son solo algunos de otras posibles perspectivas de análisis y reflexión.
Autor: Javier Alfredo Rodríguez [2]
————————————————————————
[*] “Necesidad extrema (despreciable realidad)” corresponde al título del primer lanzamiento LP de Escabios en 1992, banda pionera de la escena local del death/thrash metal.
[2] Estudiante de la carrera de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Miembro del equipo docente del seminario “Teoría y praxis política en el pensamiento de Antonio Gramsci: su pertinencia para el análisis de la realidad latinoamericana contemporánea” (Facultad de Ciencias Sociales – UBA). Miembro del Grupo de Investigación “Seminario Permanente de Pensamiento Político Posfundacional”, Instituto de Investigaciones Gino Germani – UBA. Miembro del Grupo de Estudio e Investigación “Los debates políticos contemporáneos en torno a la democracia, la representación partidaria y las identidades políticas desde la perspectiva del Análisis Político del Discurso (APD)” – FLACSO.
[3] Me refiero, obviamente, al nacimiento de Black Sabbath como banda insigne del género.
[4] Es posible rastrear y vincular relaciones con otras subculturas urbanas, como así también otros ámbitos de identidad y presencia territorial, como por ejemplo agrupaciones sociales y territoriales, partidos y tendencias políticas (desde la izquierda revolucionaria hasta la ultra derecha), hinchadas de fútbol y otros deportes, y otras formas de pertenencia e integración social y cultural. Resulta un capítulo pendiente para el estudio social y antropológico el fenómeno pionero de la creación de las Brigadas Metálicas en nuestro país.
[5] El conflicto represivo con las fuerzas de seguridad en nuestro país se encuentra presente a lo largo de toda la historia del género, replicando confrontaciones similares que han poseído y sostienen otros grupos culturales juveniles y espacios de pertenencia identitarias urbanas (diferentes vertientes del rock'n'roll, punk-rock, la cumbia y hasta las hinchadas de fútbol o los cordones de seguridad de movimientos sociales y partidos políticos).
[6] Darío Santillán, militante social de la Corriente de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón de Güernica, fue asesinado por la policía bonaerense (junto al también militante social Maximiliano Kosteki) en el hecho conocido como la “masacre de Avellaneda”(2002), conflicto que forma parte del ciclo de crisis económica, política e institucional (2001-2003), que determinó la renuncia de Eduardo Duhalde como Presidente Provisional de la República Argentina. Eran bien conocidas las preferencias musicales de Santillán por el heavy metal, y en más de una oportunidad ha sido retratado en vida con remeras de Hermética.
[7] Una de las razones de la conflictiva disolución de la banda pionera V8 respondió, precisamente, a la conversión evangélica de algunos de sus integrantes, hecho que dio lugar al nacimiento de la banda Logos en 1990, primer banda de confesión abiertamente evangélica. Hoy en día el metal religioso, “evangélico” o white metal constituye todo un subgénero, con su circuito de lugares y ámbitos donde desarrollan sus presentaciones numerosas bandas exponentes de la vertiente, y que muchas veces comparte escenarios con bandas más “clásicas” o sin mensaje religioso.
[8] El artículo forma parte de “Desde abajo: La transformación de las identidades sociales”, compilación realizada por Maristella Svampa y editada por Biblos en 2000.
[9] Sólo por mencionar algunas posibilidades: los oyentes/seguidores del género; las bandas que constituyen la “escena”; los circuitos y ámbitos de presentación y socialización; las publicaciones (desde fanzines hasta revistas especializadas) y programas de radio, televisión/cable y online; los sellos discográficos y toda la estructura logística de distribución, venta de discos y entradas de shows; las estructuras constituidas en términos de mercantilización y consumo a través de discos, remeras, parches, posters, etc.; el plano de las redes sociales y la virtualidad a través de sitios web, etc.
[10] Solo por mencionar algunos: el trabajo del sociologo chileno Maximiliano Sanchez “thrash metal: del sonido al contenido”, un esbozo de investigación sociológica sobre el impacto del género; el trabajo del Doctor en letras brasileño Flavio Pereira Senra “Heavy metal: ¿uma Nação pós-moderna?”, evaluando la constitución de una nueva subjetividad socializante a partir de los contenidos y declaraciones de Manowar en tiempos de postmodernidad; o el trabajo del puertorricense Frank Aquino Ruiz “Observaciones sobre el heavy metal: aplicando la teoría de Sistemas Luhmanniana del arte al estudio del heavy metal”. En inglés, italiano, alemán, sueco y noruego es posible encontrar muchísimos otros materiales.
[11] “Lords of Chaos: the bloody rise of the Satanic Metal Underground” es un libro escrito en coautoría por Michael Moyniham y Didrik Söderlind, publicado en Estados Unidos de América en 1998 y reeditado en 2003. Moyniham es periodista, escritor y tiene una editorial. Es principalmente reconocido por ser el fundador y miembro estable de la banda pagan neo-folk y post-industrial blood axis, de reconocida simpatía y reminiscencias neofascistas.
[12] Tomamos como equivalente de “metalero” al vocablo inglés “metalhead”.
[13] El “thrash metal” surge a partir de la aparición de un grupo de bandas que, considerando agotados los alcances musicales de la NWOBHM (New Wave Of British Heavy Metal), y casi como reacción a la masividad alcanzada por el glam metal y su mensaje implícito de aceptación de las condiciones sistémicas y asimilación (perdiendo toda noción crítica de fondo), coinciden a partir de convivencia en recitales y experimentación compositiva en lo que se conoce como la escena de la Bay Area, y al subgénero como “Bay Area Thrash Metal”. La Bay Area de San Francisco, en California (E.E.U.U.), fue el lugar físico donde coincidieron numerosas bandas como Metallica, Megadeth, Possessed, Death Angel, Exodus, Annihilator, Slayer y otras. Hay también una profunda influencia intergénero, de contacto directo con el hardcore y otras vertientes del post-punk.
[14] El socialista italiano Antonio Gramsci, en un ensayo inconcluso titulado “Algunas reflexiones sobre la cuestión meridional” elaboró algunas hipótesis en relación a las problemáticas surgidas a partir de la creación de la Italia moderna, particularmente los problemas del colonialismo interno, específicamente con Cerdeña (Sardinia), de donde era originario él mismo y su familia. Muchas de estas reflexiones luego alentaron otro tipo de elaboraciones por diversos grupos de estudios políticos y sociales, como por ejemplo los cordobeses “Pasado y Presente” durante las décadas del ´60 y ´70, quienes entre otras reflexiones, problematizaron en torno al conflicto que generaba la relación entre la metrópoli porteña y el resto del país, una relación caracterizada como de “colonialismo interno” y de subordinación económica y productiva provincial a los designios de las burguesías concentradas bonaerenses.
[15] La frase original es “Ha llegado a ser evidente que nada referente al Arte es evidente: ni en él mismo, ni en su relación con la totalidad, ni siquiera en su derecho a la existencia”. Se encuentra en el primer párrafo del prólogo a su obra “Teoría estética”.
[16] http://mundogremial.com/informacion-general/ricardo-iorio-diserto-en-la-cgt-7851
De más está decir que existe un prolongado debate respecto de las cualidades artísticas implícitas en el heavy metal: elementos que radican desde la impronta y estilo compositivo, hasta la propuesta sonora o visual, pasando por el contenido de las letras o la portada de un disco. Sin embargo, nos interesa tomar nota de un elemento que se suele pasar por alto y no es tomado en cuenta. Cuando hablamos de heavy metal, sea desde lo musical, al igual que en lo estético, en el plano sociológico de fenómeno social, o como construcción subjetiva de grupo de pertenencia, es preciso resaltar que estamos hablando de un proceso de constitución cultural identitaria que acontece dentro de sociedades urbanas que responden al marco de producción capitalista, y que como tales, determinan ciertos patrones de conducta, objetivas instancias de tránsito y sociabilización, como así también una respectiva subjetividad orientada al consumo.
Es en esa perspectiva que nos interesa enfatizar respecto del heavy metal argentino: su evolución desde un fenómeno callejero anti sistémico y de confrontación, hasta su progresiva asimilación, su domesticación y normativización; el tránsito de la producción artesanal de fanzines, programas de radio clandestinos y discos grabados por los propios músicos, hasta la instauración de toda una industria de entretenimiento con grandes sellos discográficos, revistas de producción industrial con periodistas profesionales y programas en las principales emisoras de radio y canales de cable o web; el camino del pintado de remeras y parches artesanales por los propios seguidores, hasta el entramado productivo y logístico de remeras, buzos y pines de estampado profesional; la transición de la generación espontánea de grupos de seguidores de géneros y bandas, hasta la actual producción masiva de oyentes/consumidores a través del entramado corporativo mass media que bombardea por todos los medios para captar y asimilar nuevos compradores.
Estamos hablando del proceso de constitución de una industria cultural de masas (masskultur, en términos de Adorno), que en el transcurso de décadas ha pasado de ser un fenómeno originariamente de resistencia subalterno a un orden social impuesto, hacia una gigantesca maquinaria de entretenimiento capaz de llenar estadios y festivales masivos, apoyados por las principales empresas productivas del sector.
Conclusiones:
Parafraseando a Theodor Adorno, podríamos decir que ha llegado a ser evidente que nada referente al heavy metal es evidente: ni en él mismo, ni en su relación con la totalidad, ni siquiera en su derecho a la existencia [15]. La reciente presencia de Ricardo Iorio disertando en la Confederación General de Trabajadores (CGT), por invitación de la Asociación Sindical de Motociclistas, Mensajeros y Servicios (ASIMM) para reflexionar respecto de las culturas populares y las culturas de masas[16], nos demuestra que existe un profundo, sostenido y prolongado vínculo entre las problemáticas políticas, sociales y culturales de nuestra sociedad y el heavy metal. Sin embargo, las Ciencias Sociales aún no han hecho de ello un eje de trabajo.
El heavy metal aún se nos sigue presentando como si se tratase estrictamente de un género musical o de un fenómeno etario de rebeldía que responde a necesidades de expresión de grupos juveniles. Hemos intentado realizar, a lo largo del presente trabajo, un pequeño muestreo de las numerosas particularidades relacionadas a estas problemáticas que se encuentran pendientes de análisis y elaboración. El hecho de que el heavy metal nacional no sea objeto de estudio y otras culturas urbanas si lo sean implica, precisamente, una definición política por omisión en relación directa a su relevancia como fenómeno de impacto social.
Hemos intentado esbozar muy brevemente algunos posibles contornos para indagar en posibles caminos de investigación. Por una cuestión de límites de extensión y de la naturaleza de exploración del presente trabajo no hemos indagado respecto de otras problemáticas, como por ejemplo la referencia, integración y relación respecto de los Pueblos Originarios de Argentina, como así también, aspectos relativos a sexualidades, géneros, genitalidades e identidades afectivas, hechos que en un género musical infinitamente dominado en número por varones, con una profunda carga cultural patriarcal, misógina y machista explícita, merecerían cuanto menos unas largas reflexiones. La relación con la ecología, salud, educación, las redes sociales y nuevas tecnologías comunicativas, entre otras muchas cuestiones posibles, son solo algunos de otras posibles perspectivas de análisis y reflexión.
Autor: Javier Alfredo Rodríguez [2]
————————————————————————
[*] “Necesidad extrema (despreciable realidad)” corresponde al título del primer lanzamiento LP de Escabios en 1992, banda pionera de la escena local del death/thrash metal.
[2] Estudiante de la carrera de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Miembro del equipo docente del seminario “Teoría y praxis política en el pensamiento de Antonio Gramsci: su pertinencia para el análisis de la realidad latinoamericana contemporánea” (Facultad de Ciencias Sociales – UBA). Miembro del Grupo de Investigación “Seminario Permanente de Pensamiento Político Posfundacional”, Instituto de Investigaciones Gino Germani – UBA. Miembro del Grupo de Estudio e Investigación “Los debates políticos contemporáneos en torno a la democracia, la representación partidaria y las identidades políticas desde la perspectiva del Análisis Político del Discurso (APD)” – FLACSO.
[3] Me refiero, obviamente, al nacimiento de Black Sabbath como banda insigne del género.
[4] Es posible rastrear y vincular relaciones con otras subculturas urbanas, como así también otros ámbitos de identidad y presencia territorial, como por ejemplo agrupaciones sociales y territoriales, partidos y tendencias políticas (desde la izquierda revolucionaria hasta la ultra derecha), hinchadas de fútbol y otros deportes, y otras formas de pertenencia e integración social y cultural. Resulta un capítulo pendiente para el estudio social y antropológico el fenómeno pionero de la creación de las Brigadas Metálicas en nuestro país.
[5] El conflicto represivo con las fuerzas de seguridad en nuestro país se encuentra presente a lo largo de toda la historia del género, replicando confrontaciones similares que han poseído y sostienen otros grupos culturales juveniles y espacios de pertenencia identitarias urbanas (diferentes vertientes del rock'n'roll, punk-rock, la cumbia y hasta las hinchadas de fútbol o los cordones de seguridad de movimientos sociales y partidos políticos).
[6] Darío Santillán, militante social de la Corriente de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón de Güernica, fue asesinado por la policía bonaerense (junto al también militante social Maximiliano Kosteki) en el hecho conocido como la “masacre de Avellaneda”(2002), conflicto que forma parte del ciclo de crisis económica, política e institucional (2001-2003), que determinó la renuncia de Eduardo Duhalde como Presidente Provisional de la República Argentina. Eran bien conocidas las preferencias musicales de Santillán por el heavy metal, y en más de una oportunidad ha sido retratado en vida con remeras de Hermética.
[7] Una de las razones de la conflictiva disolución de la banda pionera V8 respondió, precisamente, a la conversión evangélica de algunos de sus integrantes, hecho que dio lugar al nacimiento de la banda Logos en 1990, primer banda de confesión abiertamente evangélica. Hoy en día el metal religioso, “evangélico” o white metal constituye todo un subgénero, con su circuito de lugares y ámbitos donde desarrollan sus presentaciones numerosas bandas exponentes de la vertiente, y que muchas veces comparte escenarios con bandas más “clásicas” o sin mensaje religioso.
[8] El artículo forma parte de “Desde abajo: La transformación de las identidades sociales”, compilación realizada por Maristella Svampa y editada por Biblos en 2000.
[9] Sólo por mencionar algunas posibilidades: los oyentes/seguidores del género; las bandas que constituyen la “escena”; los circuitos y ámbitos de presentación y socialización; las publicaciones (desde fanzines hasta revistas especializadas) y programas de radio, televisión/cable y online; los sellos discográficos y toda la estructura logística de distribución, venta de discos y entradas de shows; las estructuras constituidas en términos de mercantilización y consumo a través de discos, remeras, parches, posters, etc.; el plano de las redes sociales y la virtualidad a través de sitios web, etc.
[10] Solo por mencionar algunos: el trabajo del sociologo chileno Maximiliano Sanchez “thrash metal: del sonido al contenido”, un esbozo de investigación sociológica sobre el impacto del género; el trabajo del Doctor en letras brasileño Flavio Pereira Senra “Heavy metal: ¿uma Nação pós-moderna?”, evaluando la constitución de una nueva subjetividad socializante a partir de los contenidos y declaraciones de Manowar en tiempos de postmodernidad; o el trabajo del puertorricense Frank Aquino Ruiz “Observaciones sobre el heavy metal: aplicando la teoría de Sistemas Luhmanniana del arte al estudio del heavy metal”. En inglés, italiano, alemán, sueco y noruego es posible encontrar muchísimos otros materiales.
[11] “Lords of Chaos: the bloody rise of the Satanic Metal Underground” es un libro escrito en coautoría por Michael Moyniham y Didrik Söderlind, publicado en Estados Unidos de América en 1998 y reeditado en 2003. Moyniham es periodista, escritor y tiene una editorial. Es principalmente reconocido por ser el fundador y miembro estable de la banda pagan neo-folk y post-industrial blood axis, de reconocida simpatía y reminiscencias neofascistas.
[12] Tomamos como equivalente de “metalero” al vocablo inglés “metalhead”.
[13] El “thrash metal” surge a partir de la aparición de un grupo de bandas que, considerando agotados los alcances musicales de la NWOBHM (New Wave Of British Heavy Metal), y casi como reacción a la masividad alcanzada por el glam metal y su mensaje implícito de aceptación de las condiciones sistémicas y asimilación (perdiendo toda noción crítica de fondo), coinciden a partir de convivencia en recitales y experimentación compositiva en lo que se conoce como la escena de la Bay Area, y al subgénero como “Bay Area Thrash Metal”. La Bay Area de San Francisco, en California (E.E.U.U.), fue el lugar físico donde coincidieron numerosas bandas como Metallica, Megadeth, Possessed, Death Angel, Exodus, Annihilator, Slayer y otras. Hay también una profunda influencia intergénero, de contacto directo con el hardcore y otras vertientes del post-punk.
[14] El socialista italiano Antonio Gramsci, en un ensayo inconcluso titulado “Algunas reflexiones sobre la cuestión meridional” elaboró algunas hipótesis en relación a las problemáticas surgidas a partir de la creación de la Italia moderna, particularmente los problemas del colonialismo interno, específicamente con Cerdeña (Sardinia), de donde era originario él mismo y su familia. Muchas de estas reflexiones luego alentaron otro tipo de elaboraciones por diversos grupos de estudios políticos y sociales, como por ejemplo los cordobeses “Pasado y Presente” durante las décadas del ´60 y ´70, quienes entre otras reflexiones, problematizaron en torno al conflicto que generaba la relación entre la metrópoli porteña y el resto del país, una relación caracterizada como de “colonialismo interno” y de subordinación económica y productiva provincial a los designios de las burguesías concentradas bonaerenses.
[15] La frase original es “Ha llegado a ser evidente que nada referente al Arte es evidente: ni en él mismo, ni en su relación con la totalidad, ni siquiera en su derecho a la existencia”. Se encuentra en el primer párrafo del prólogo a su obra “Teoría estética”.
[16] http://mundogremial.com/informacion-general/ricardo-iorio-diserto-en-la-cgt-7851